El peligro de caminar con los cordones sueltos y medio boquiabiertos.


 “Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.”
Vicente Huidobro

Fue algo intempestivo que sucedió de un momento a otro, sentí el peso de mi cordón desatado arrastrándose lentamente tras mis pasos y viejos zapatos, empecé a inclinarme con la firme intención de anudarlo, sonaba en mi cabeza aquella frase de la infancia, - amárrate bien los cordones que si corres tienes asegurada la caída-  y si era con las manos en los bolsillos, mucho peor el golpe.

Un escalofrió empezó a correrme lentamente por debajo de la nuca, sentí que tropezaba e inevitablemente mi cuerpo perdía el equilibrio, cerré los ojos esperando el impacto, interminables segundos en que mis sentidos se agudizaron con ese instinto innato de sobrevivencia que poseemos los humanos desterrados de la realidad y sus nostalgias.

Pasado el vértigo me di cuenta que seguía cayendo y grande fue mi sorpresa al verme descendiendo a la inversa, en vez de ir al suelo iba al cielo, era algo similar de lo que le sucedió a un tal Altazor o su viaje con paracaídas, en pocas palabras caía para arriba, sentí la tierra alejarse raudamente lo que inicialmente eran calles, casas y personas se volvían difusas sombras que se perdían entre nimbus, stratus, cumulus y cirrus diferentes nubes y amarillos recuerdos que seguía atravesando en descendente ascenso.

Esa transgresión de la ley de la gravedad establecida como esencia primordial del universo inevitablemente estaba rota, al llegar un poco más allá del cinturón de chatarra espacial que circunda nuestro inmediato espacio exterior me fui estabilizando en una órbita equidistante entre la Tierra y la Luna, y fui viendo como las aguas de los océanos, las selvas, las arenas de los desiertos, los geranios, los antiguos navíos oxidados de mi infancia desaparecían en un incansable vórtice  iridiscente y radioactivo que se devoraba a sí mismo.

Presiento que fue un fugaz instante que a mí me pareció eterno, suficiente para reflexionar en que si hubiese caminado descalzo el mundo existiría todavía.

JAS/2015.