La Luna ha
sido el símbolo atemporal y universal que ha representado a la mujer en las
creencias de todas las civilizaciones del planeta. Para el hombre primitivo la
Luna era el símbolo natural de la esencia femenina, en contraste con la esencia
masculina considerada de carácter solar. La íntima conexión entre muchos ritos
de fertilidad femeninos y la Luna se manifiesta por su asociación con una
simbología referente a los órganos reproductivos femeninos, a la
gestación y al parto.
En las
civilizaciones costeras y andinas de América pre-hispánica el culto a la
Luna fue ampliamente generalizado, aunque queda claro que no en todos los casos
sus ritos ceremoniales fueron registrados o simbolizados y en muchos
otros adoptaron formas y manifestaciones confusas.
En la
cosmovisión inca, la madre Luna (Mama Quilla), hermana y esposa del padre Sol
(Taita Inti) era la guardiana y protectora de todas las manifestaciones y
aspectos femeninos del universo quechua. Los cambios que el astro manifestaba
durante su ciclo orbital derivaron en un calendario lunar que regía
diversos aspectos del universo andino y funcionaba de manera paralela al
calendario solar. En términos específicos, la Luna y sus fases indicaban los
periodos de gran fertilidad de la tierra (Mama Pacha) y ejercían influencia
directa en la fertilidad de las mujeres.
El culto a
Mama Quilla era conservado, participado y celebrado exclusivamente por mujeres.
Las sacerdotisas de la Luna pertenecían a la élite femenina cusqueña, eran muy
numerosas y tenían un templo principal en Qorikancha. Estas sacerdotisas
vestían largas ropas grises y mantos del mismo tono, cubrían su cabeza con un
grueso gorro de lana blanca y llevaban pendientes de plata que emitían un
sonido metálico que advertía su presencia a los hombres, que estaban
prohibidos de mirarlas.
Las
sacerdotisas de la luna eran conocidas como grandes curanderas y mujeres muy
sabias, conocían los secretos de las plantas y eran hechiceras muy afanadas,
por lo general sus oráculos anunciaban desastres y calamidades, por eso
la luna era reverenciada con mucho temor a diferencia del Sol que era
adorado con alegría.
En el décimo
mes del calendario inca, Coya raymi (Septiembre), al comienzo de la temporada de
lluvias – equinoccio de primavera – durante la primera noche
de Luna nueva, se llevaba a cabo el Quillamama raymi, una gran
celebración en honor a la Luna, una fiesta especial para las mujeres.
La fiesta se
iniciaba dentro del templo de Qorikancha, en el altar de la Luna, luego
proseguía con una caminata nocturna y silenciosa hacia Saqsaywaman; allí
en el templo de Mama quilla, se encendían antorchas que iluminaban
la noche con destellos al cielo reflejados por fuentes de plata, luego hacían
vibrar delgadas láminas de plata que emitían un sonido que rompía el silencio
para llamar la atención de la luna. Se quemaban esencias y perfumes, se regaba
el agua con aceites aromáticos y arrojaban al cielo reflejado en el agua,
peines, espejos agujas, adornos de mujer y filigranas de plata miniaturizadas,
también quemaban en fogatas lana blanca de llama y ropa fina de mujer.
En la actual
provincia de Anta del departamento de Cuzco – Perú, ubicada a 3.600 m.s.n.m. se
encuentra el santuario de Quillarumiyoc (la piedra de la luna) que está
considerado como el único centro arqueológico ceremonial dedicado a la mujer.
Quillarumiyoc
ocupa una enorme área de terraza construida con el mismo estilo de
Saqsayhuaman, Chincheros y las partes superiores de Ollantaytambo (antiguos
sitios sagrados localizados en el Cuzco). La Huaca ó réplica de piedra de un
Apu (montaña sagrada) es un símbolo tallado sobre una de las rocas más grandes
y representa un antiguo templo dedicado a la divinidad de la esencia y la
expresión del principio femenino.